jueves, 13 de septiembre de 2007

EMILIO, EN LA MEMORIA

NOS QUEDA TU VOLUNTAD Y TU SONRISA

Nosotros también saldremos con uno más en nuestra búsqueda de la belleza y del sudor; como el Sevilla Fútbol Club con Antonio Puerta, jugaremos siempre con uno más, con Emilio. Muchos no lo conocíamos bien, sólo de algunas salidas y quedadas, pero se hizo un hueco a codazos de voluntad. Detrás de su socarronería y sus risas escondía una voluntad de acero, un afán de participación y convivencia que lo habían convertido casi en un icono. Verdaderamente, no creíamos que fuese capaz de coronar el Mulhacén, pero su llegada, brazos abiertos de triunfo y agradecimiento, aplausos para él, pero también para nosotros mismos, nos conmovió; lloró en el descenso porque estaba lleno de humanidad y su llanto regenerador, nos rejuvenecía.

Esta página electrónica que ahora leemos fue obra suya; se empeñó en que tuviésemos una ventana en el planetario mundo virtual. Ahora, este hueco da a un abismo de sorpresa y de dolor, a una incógnita de continuidad, a una confusión de interrogantes enlazados como ganchos en la polea de la vida, que unas veces sube, otras baja, sube, baja, sube, baja.

Sabíamos que había estado de hospitales, llevaba un tiempo perdido; luego el verano, el desarraigo (o rearraigo) que nos permitimos en vacación nos dejó a cada uno en pausa, ellinceylasardillas.blogspot.com, clik, aplazar, clik, cerrar, clik.

El 23 de agosto, en pausa, en ocupaciones de ocio o genealógicas, lo supimos: Emilio, Yiya para nosotros, había muerto. “No puede ser, pero si estaba ilusionadísimo, ¿cómo ha sido?” etc. Tere, María José, Rafa, Tere Chinchilla, Isi y José Luis estuvieron cerca de su viuda y familiares. En pleno verano, sin publicidad, sigilosamente, nació de nuevo. En adelante vendrá con nosotros siempre, sus pensamientos y comentarios estarán en nuestras cabezas, puede que se posen en los buitres leonados o cabalguen a lomos de cabras y ciervos, puede que se disuelvan en el agua de los manantiales, en la nieve que pisamos, en el vapor de nuestras bocas, en el aire que respiramos.

Emilio, tienes un sitio en la Eternidad. Nunca olvidaremos tu voluntad ni tus sentencias, nunca te olvidaremos.
El Lince y las Ardillas

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