miércoles, 27 de junio de 2007

Conquista de LA SILLA




ALAMBRADAS, BUITRES AL ALCANCE DE LA MANO

El 22 de abril del siete vamos yendo a La Silla, en la Sierra de Ubrique, después de franquear el Río Tavizna. A la izquierda se yergue el Castillo de Aznalmara. Será un día Tormentoso, así, con mayúscula, pleno de vallas y alambradas, pero con momentos sobrenaturales, como los buitres en la cumbre de La Silla, que era de montar, y no de enea.

En el kilómetro 25 de la carretera que va a Ubrique, al margen derecho, sale un carril que pasa por un cortijo y sigue; nos advierten que más adelante hay un cancela porque el dueño se niega conceder la servidumbre de paso a la que está obligado. Y, efectivamente, había una cancela. El caso es que ya estábamos en el otro lado cuando un sujeto corpulento, aunque añoso, con cazadora verde, acostumbrado a tener autoridad, cortijero, se nos encara inquiriendo que "a dónde vamos"; a partir de aquí hay varias versiones de los sucesos.

Siempre ascendente, el carril termina junto a un corral y pasa a ser sendero; ya cerca del primero de los dos picos de la Silla de montar, toca un fuerte repecho y comienza a lloviznar. Ahora hay que sortear una alambrada, la niebla agrisa escena y la embellece. Luego, unos resbalones sobre piedras mojadas y ya estamos en los 920 metros de La Silla: a un lado, el Pantano de Los Hurones se manifiesta como un espejeante complemento geométrico al corte salvaje con que la naturaleza de su alrededor se nos muestra; al otro lado, el Salto del Cabrero es que está ahí mismo, casi lo tocas con la mano.

Cresteamos por el lomo de la silla, buscando El Higuerón. Los que subimos (738 metros) nos comportamos como ruletas, haciendo panorámicas de 360º, Aznalmara, Cabrero, Pantano, Buitre, buitre, buitre... Ha salido el sol, han salido los buitres, son varios, leonados, a diferentes alturas; hay uno más chulo que los demás, vuela a nuestra altura, sorprendentemente cerca, Ángel hizo buenas fotos, y también a todos los demás.

Nos reunimos con los demás en el lomo de la silla para comer e iniciar regreso por circuito circular. Seguimos con algunas dificultades para bajar rodeando el Higuerón por su derecha, hay que tener cuidado porque el camino es estrecho y hay mucho desnivel. Luego hay un largo claro sobre piedras; hay varios lesionados, del botiquín de José Antonio van desapareciendo tiritas y vendas. El camino es tortuoso y con desnivel, es muy incómodo. Luego de una pradera, la pérdida de un jersey y algo más, alcanzamos la carretera, la remontamos y tomamos los coches de regreso.

La siguiente ruta era El Cerro de la Fantasía. No podíamos imaginar en ese momento a qué tipo de fantasía remitía el nombre.

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